Moradias transitórias
La Carta de Atenas suscrita en el Congreso Internacional de Arquitectura Moderna de 1933 había decretado la estructuración de la ciudad moderna a partir de la consagración del zoning como modalidad instrumental. Acciones como habitar, trabajar, recrearse y circular circunscribieron las partes componentes del nuevo trazado urbano.
Desde entonces se acuñó por años el deseo de una ciudad que condensara la idealización urbana de los tiempos modernos. El anhelo se logró cristalizar finalmente con la construcción de Brasilia. Una ciudad real y simultáneamente ideal. Por eso sus edificios contrastan, y se supone que contrastarán por siempre, con los niveles de domesticidad precaria del hábitat brasiliano: el de los países socialmente asimétricos. La misma simetría axial de Brasilia guarda en el interior de su parentesco planimétrico la división entre pobres y ricos, entre el ala norte y el ala sur.
La crítica urbanísitca ha construido un cliché de la existencia de una corteza de pauperidad manifestada a través de una constelación de ciudades satélites que se reproducen y crecen sin control. Este consabido sitio troyano a Brasilia podría generar una nueva declaración: La Carta de Esparta.
La Carta de Esparta daría cuenta de la multiplicidad y superposición de las acciones vitales en un mismo espacio, tal vez mínimo, modesto y familiar, pero construido con los recursos que existen al alcance de la mano y con las propias manos.
Una cantidad de materiales de desecho podría apoyarse en dicha declaración para llegar conformar una agrupación que diera cuenta del descanso, la recreación, la alimentación, la lectura, el ocio, la intimidad, el diálogo y la relación con la naturaleza y el aire libre. Como un pequeño caballo de maderas podría ingresar a uno de sus templos oraculares y proponer entonces una hipotética conversación acerca de nuestra relación cotidiana con los diversos modos de habitar las ciudades.
historia de 18 cajas
nómades, efímeras, transitorias
Dieciocho cajas de madera, junto con otras miles, salen de Brasil conteniendo piezas y repuestos de la industria automotriz. Llegan a la Argentina, a la planta industrial de la misma empresa en la ciudad de Rosario. Las cajas, una vez cumplida su misión, son trasladadas en camiones como material de descarte a las afueras de la ciudad de Buenos Aires. Son vendidas como madera usada a un valor muy bajo. El material es hallado en un remoto galpón y es nuevamente trasladado hacia la ciudad de Buenos Aires.
Dieciocho cajas de madera, de entre otras miles, son elegidas para continuar su destino relacionado con la movilidad. En el transcurso de 10 meses esas cajas se reagruparán y seguirán siendo transportadas. Primero, expuestas bajo un determinado agrupamiento en una feria de diseño, cumpliendo un rol representativo dentro de un contenedor -una situación ideal-, ya que su medidas fueron pensadas desde sus inicios para ocupar optimizadamente el espacio de estas cajas metálicas mayores. Allí estuvieron representando una institución nómade de perfil socio cultural, un dispositivo aplicable en medios afectados por condiciones de escasez, lejanía, emergencia o de reciente establecimiento. Luego, y de inmediato, el material salió transportado hacia una muestra colectiva de arte contemporáneo organizada en el antiguo Palacio del Correo. Asumiendo su condición de carga, salió del interior del contenedor, reformulando nuevamente su orden para configurar otra versión de una institución temporaria pensada a los efectos de representar y reflexionar en el sitio diversos modos de la comunicación, como una encomienda postal flexible.
Dieciocho cajas de madera, a diferencia de otras miles, vuelven finalmente a Brasil extendiendo su destino de movilidad. Pero en paralelo con lo conocido como movilidad o ascenso social en las personas, deberá decirse que esta situación constituye un momento de la movilidad objetual, no solo por el hecho de los miles de kilómetros recorridos, sino también por el cambio de estado, por su ascenso de clase. Cajas que fueron producidas para contener y trasladar en su interior material de la industria, ahora son privilegiadas y transportadas en el interior de otras cajas para volver a su lugar de origen. Cajas dentro de cajas. Como una especie de señal sobre la migración, de quien se propone volver mejorado a su país, estas cajas se presentan bajo la forma de una organización que puede ser visitada como una morada transitoria en una institución notable del país para anunciar el retraso de su caducidad.
Plug out Unit Brasil- 2008
por Marilia Panitz y Carlos Silva
Responsables del programa educativo de la muestra
“El grupo a77 está formado por los arquitectos y profesores universitarios Gustavo Diéguez y Lucas Gilardi, nacidos en 1968. Los dos residen en Buenos Aires, Argentina, pero trabajan en diversas partes del mundo con proyectos que relacionan arte contemporáneo, arquitectura y urbanismo. Su “Plug and Live System” es un catálogo de unidades habitables para construir casas u otras habitaciones. Este sistema se basa en dos conceptos que posibilitan diferentes combinaciones: “Plug in Units” y “Plug out Units”. Se trata de una propuesta entre arquitectura, arte y juego. La obra del grupo es un proyecto de vivencia experimental. Este tipo de proyecto vinculado al arte nace en los años sesenta. Esta propuesta conecta nuestra memoria con varias experiencias del movimiento neoconcreto de Rio de Janeiro, fundado al final de los años cincuenta. De él participaron artistas como Lygia Clark, Hélio Oiticica, entre otros, que nos legaron una experiencia de conexión corporal entre lo público y la obra de arte. La obra del grupo a77 efectúa una cita sobre otras experiencias artísticas, como las habitaciones urbanas y los programas experimentales del neoconcretismo.
La obra de Diéguez y Gilardi nos lanza una pregunta: ¿Cuál es la relación entre la casa y el cuerpo?
La obra se inicia como la concepción de un proyecto. Después se transforma, en tres dimensiones, en una invitación a habitar. El arte posibilita habitar un sueño. La casa se presenta como un lugar para la organización de cuerpo. Allí es posible descansar y recuperar la vitalidad necesaria para el día a día. Allí, el cuerpo es fortalecido con informaciones, conversaciones y libros. Organizada en módulos, la obra convida al público a recorrer sus espacios. A medida que el publico circula por los espacios de la obra, los habita. El cuerpo transforma la casa con su sola presencia.
La larga experiencia de trabajar con la complejidad de la vida en áreas metropolitanas, como hacen Dieguez y Gilardi, los capacita a elaborar proyectos que funden distintos universos de la experiencia colectiva. En esta obra, el grupo agrega varias tradiciones culturales. Ellos cruzan modalidades del experimentalismo contemporáneo como búsqueda de soluciones para el urbanismo, y con ello investigan el espacio y tiempo de la ciudad. El cuerpo habita la casa. La casa constituye la ciudad. La ciudad es uno de los reflejos de la civilización. El arte forma parte de la cultura, como un refinamiento, como una herencia para las futuras generaciones.”
(traducción al español de un fragmento del catálogo oficial)